Mi camino

Empecé con el yoga mientras trabajaba cómo controladora financiera en una empresa fabricante de automóviles en Stuttgart, Alemania. Después de seis años en el mundo empresarial, me sentía agotada y desencantada, anhelando algo más profundo.

Había un acogedor estudio de yoga, en el corazón de la ciudad, donde decidí tomar clases para principiantes. Lo que comenzó cómo una clase por semana se convirtió rápidamente en una pasión insaciable, lo que me llevó a obtener una suscripción ilimitada para asistir a más sesiones.

Durante mi primera clase, mi maestra de yoga vio algo en mí y predijo que algún día me convertiría en maestra de yoga. En ese momento, simplemente lo tomé cómo un elogio por mi formación en danza y habilidades en asanas.

En un año, me convertí en una practicante diaria dedicada, explorando varios estilos de yoga y estudios en toda la ciudad. Mi dedicación al yoga creció tanto que comencé a ajustar mi horario de trabajo para acomodar las clases de mis maestras favoritas, ya sea temprano en la mañana o después del trabajo. No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que el yoga se había vuelto más importante para mí que mi trabajo.

Buscando el crecimiento personal e impulsada por un llamado interior, decidí unirme a una Formación de Maestros de Yoga en el Lago de Atitlán, Guatemala. A pesar de enfrentar desafíos y enfermarme gravemente, aprendí la importancia de aceptar y no resistir cuando las cosas no salen según lo planeado.

Adoptando el yoga cómo mi estilo de vida, me embarco en un viaje consciente, explorando cada una de las ocho ramas del yoga y dándoles vida no solo en el tapete durante la práctica, sino también en todos los aspectos de mi existencia diaria.